La contaminación por metales pesados y metaloides en recursos hídricos, suelos y aire plantea una de las más severas problemáticas que comprometen la seguridad alimentaria y salud pública a nivel global y local. Un metal pesado se suele definir como un elemento químico de propiedades metálicas con una elevada densidad, aunque también hay quien considera.
La contaminación por metales pesados y metaloides en recursos hídricos, suelos y aire plantea una de las más severas problemáticas que comprometen la seguridad alimentaria y salud pública a nivel global y local. Un metal pesado se suele definir como un elemento químico de propiedades metálicas con una elevada densidad, aunque también hay quien considera que hay que referirse al número o peso atómico o a alguna de sus propiedades químicas o de toxicidad para diferenciarlos de otros metales. Suelen denominarse así para apelar a su impacto medioambiental, aunque éste dependa de la cantidad en que se encuentre en los ecosistemas y de si experimentan alteraciones. La presencia de metales pesados en el agua, por lo tanto, puede ser preocupante o no dependiendo del caso.
De hecho, algunos materiales pesados como el hierro, el cobalto, el cobre, el manganeso, el molibdeno o el zinc son beneficiosos (¡y necesarios!) para especies como la humana en pequeñas cantidades. Son metales como el mercurio, el plomo o el cromo que pueden llegar a ser perjudiciales en grandes cantidades o tras alteraciones, ya que aumentan en toxicidad y bioacumulación, ya que se acumulan en el organismo y no se eliminan ni por las heces, ni por la orina, ni a través del sudor. Por ejemplo, el mercurio es más tóxico en forma de metilmercurio o dimetilmercurio, y el cromo VI es altamente peligroso mientras que el cromo III es un nutriente esencial para los humanos.
¿Cómo llegan los metales pesados al agua potable?
El agua contiene metales pesados de forma natural, sin embargo, su incremento, aunque a veces también viene determinado por un enriquecimiento natural al pasar por acuíferos en los que hay rocas con una elevada concentración de esta materia, mayoritariamente está vinculado a la actividad humana, como la minería y la industria, que genera residuos como el plomo, el mercurio, el cadmio, el arsénico y el cromo, que llegan a los ríos y contaminan las aguas subterráneas.
Por ejemplo, el mercurio, el zinc, el plomo, el cobre, el cadmio, el cromo y el níquel se usan en la pintura de la industria textil y gráfica, y para galvanizado de metales, así como para procesar papel en la industria papelera y como aditivo en la industria peletera, y el arsénico también se usa como aditivo en la industria del plástico.
Estas y otras actividades, como la combustión de gasolina con plomo, también liberan metales como el plomo a la atmósfera, que llega al agua de los ríos y a los acuíferos, y que se usa para la agricultura y la ganadería acumulándose en el organismo de los animales y en las plantas que ingerimos, además del agua del grifo que bebemos.