Lamentablemente, es el INSOMNIO, junto con la cefalea, uno de los trastornos más frecuentes de nuestra civilización.
El hombre post-moderno, apenas hace una pausa entre el día y la noche, llevando a la zona del sueño, todos sus pensamientos y actividades diurnas.
Siendo como la comida, una necesidad instintiva a la que le dedicamos casi un tercio de nuestra existencia, sin embargo, no sabemos nada de él.
A su vez, nuestras vidas perdieron contacto con los ritmos naturales circadianos y el sueño es uno de esos ciclos rítmicos.
Se puede adelantar, por lo tanto, que las perturbaciones del sueño, se deben a la falta de sincronizacion con ésa parte autoreferida de la inteligencia natural.
Es decisivo un buen dormir, ya que permite reponer energías, borrar el esfuerzo y la tensión del sistema nervioso, y, reactivar los mecanismos autoreparadores.
La calidad de un buen sueño, surge por sí sola, sin lucha ni píldoras, con una continuidad y profundidad en el despertar natural que nos provee de vitalidad para todo el día.
Se han postulado desde antaño, variedad de técnicas para solucionar el insomnio, desde:
1. Cenar liviano y temprano; dar un paseo breve, evitar actividades excitantes; realizar actos rutinarios y sedantes previo a acostarse. y, hacerlo a hora razonable.
2. Disponerse a dormir descansando con ojos cerrados, dejando transcurrir las sensaciones, ideas, imágenes, con actitud despreocupada, e irse abandonando al sueño.
3. Levantarse temprano, y, hacer actividad dinámica y satisfactoria durante la jornada.
Como se aprecia, no se puede forzar el sueño, sino crear las condiciones favorables, y, aguardar con paciencia y confianza que el sueño venga.
Vislumbrando la polaridad día-noche, y, vida-muerte, se ha dicho que el sueño, es el “hermano menor de la muerte”, por lo que, cada vez que nos dormimos, la ensayamos...
Por consiguiente, el sueño nos “invita” a soltar los controles diurnos, para entregarnos a ése mundo desconocido.
Asimismo, el despertar , se asemeja a un pequeño nacimiento, encontrándonos con que la promesa de un día NUEVO nos está aguardando.
Aceptar ese desafío deviene en temor a las exigencias que se puedan presentar, para el que tiene dificultades, somnolencia, irritabilidad al levantarse, a pesar de haber dormido una cantidad suficiente de horas.
Más allá de ésta toma de conciencia y de las medidas saludables conducentes a un buen dormir, es casi prodigioso el efecto que sobre ésta función básica puede aportar un tratamiento homeopático individualizado.
Tal beneficio lo he podido constatar personalmente y en muchos pacientes tratados.
Incluso ellos lo refieren con sorpresa, pues, de manera casi imperceptible, con el correr de los días, el organismo va retomando su patrón normal e idiosincrásico, que se aprecia en un reordenamiento natural de los horarios, comidas y actividades habituales, prescindiendo de sedantes, hipnóticos y otras “yerbas”.
La garantía de la persistencia de un buen dormir pasa luego por la continuidad del tratamiento, la asunción voluntaria del nuevo régimen de vida y muchas veces, la adopción de prácticas acordes con este reequilibrio.