“No hay ninguna actividad más reconocida como arte conjetural, desde los siglos más remotos, que la terapeútica. Ninguna puede entonces sustraerse menos a un examen crítico de su valor esencial, ya que sobre ella reposa el bien más preciado de nuestra vida terrestre, la salud.”.S.C.Hahnemann-prefacio a la primera edición del Organon del arte de curar -1810-
Ya desde tiempos de Hipócrates (460-375aC) la terapeútica estaba fundada en 3 suposiciones o hipótesis:
- la expectativa: esperar que el organismo lo resuelva.
- La oposición: utilizar la ley de los contrarios -constipación/laxante-
- La ayuda: suministrar un recurso que aporte lo necesario pero en la misma dirección del proceso, ley de los similares: un medicamento que suscita determinados síntomas en las personas sanas, los cura en las enfermas.
La primera postura es tomada por la llamada medicina naturista, que apuesta a que el organismo merced a una buena alimentación y otros recursos naturales encuentre por sí mismo su equilibrio.
La segunda es la preconizada por la medicina convencional científica, basándose en una visión mecanicista lineal, que acentúa la atención en los agentes externos a combatir y en los desajustes moleculares a corregir.
La tercera es la que sustenta la Homeopatía - y otras medicinas holísticas-, siendo sus postulados:
a). La enfermedad es total , no parcial -local-.
b). La enfermedad es una reacción ante los agentes hostiles a la vida.
c). La curación va de dentro hacia fuera .
d). La enfermedad debe ser re-encauzada, COMPRENDIDA, NUNCA SUPRIMIDA.
Hipócrates estableció también que la enfermedad es un “nosos” o modo de enfermar de cada paciente.
El término “therapion” viene del griego y quiere decir servidor...pero, en la actualidad, dada la “invasión” de la tecnología, el mismo médico se transforma en un “servidor de la técnica” y aquello que estaba destinado a servirle se convierte en su amo…vende su derecho de “primogenitura”. Ha llegado a extremos tales que ha resignado la formación como médico y se supedita a los instrumentos, olvidando al enfermo que tiene delante, con su historia de vida.
El ser humano no puede reducirse a aquello que la técnica puede detectar, pues tiene algo de misterioso y único solo perceptible por otro ser humano.
Una forma clásica de considerar el “humanismo”, está en relación con las ideas del renacimiento, y el retorno a aquel equilibrio que tenía la cultura greco-romana. Allí abrevaba la formación del médico modelando su carácter y conduciendo a un proceder armonioso.
Así, el humanismo implica la rehabilitación de la palabra humana, como lo expresa Platón en el Karmides : “pero el alma, buen amigo, hay que tratarla con ciertos conjuros, y esos conjuros son los discursos bellos. Pues con tales discursos se produce en el alma la serenidad, y cuando ésta se ha producido y está presente, se hace fácil procurar la salud a la cabeza y el resto del cuerpo”.
En la Inglaterra de post guerra se hizo un estudio comparativo respecto al desempeño y la visión de profesionales con predominancia filosófico-cultural y los de preponderancia del pensamiento técnico. Al principio parecía que éstos eran más operativos, pero con mente estrecha y rígida, en cambio aquellos, por su visión más amplia resolvían problemas planteados y tenían una ductilidad para afrontar situaciones.
Por otra parte no hay que confundir humanismo con “sentimentalismo”: un médico epidemiólogo tiene que ser un buen técnico y no puede hacer excepciones en un cordón sanitario. Un médico que es simpático y amable pero no tiene los conocimientos técnico adecuados no es “humano”, porque hace que ése paciente sufra innecesariamente…
En cambio si la técnica se subordina y se convierte en servidora, se humaniza.
En mi experiencia personal, cursando los primeros años de la carrera en la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires me encontraba “perdido” en las materias básicas, que me mostraban un ser humano desintegrado, analizado, dividido, y esperaba con ansiedad tener un contacto en “vivo” con una persona enferma. Cuando ingresé a cursar las materias clínicas en hospitales sufrí un choque grande, empezando a sentir un disgusto por el trato que recibían los pacientes y la manera de considerarlos como “un hígado cirrótico”, “una neumonía bacteriana”, “una artritis reumatoidea”. Eran seres anónimos de quienes no se recordaba sus nombres -como máximo el número de cama-, ni se conversaba con ellos para conocer sus impresiones y vivencias, eran solo un punto en el recorrido diario de sala.
Esa situación generó en mí una crisis, en la cual cuestione mi vocación, y puse en duda la continuidad de los estudios…pero , en ese momento, tuve la fortuna de conocer la Homeopatía, como paciente, a raíz de una verruga plantar recidivante, que me llevó a consultar otra medicina, y no sólo “desapareció” la verruga a poco del tratamiento, sino que me sentí escuchado y rescatado en mi dimensión humana integral. Fue ingresar en otro mundo y luego se reafirmó ése “click” interno, ésa certeza, cuando pude presenciar una clase de clínica homeopática a la que fui invitado. Este impacto me permitió continuar con determinación mis estudios, recibirme, y cursar los 3 años de Medicina Homeopática, teniendo la esperanza de dedicarme de corazón a su práctica.
He visto estos años, las veces que me tocó estar de paciente, dentro del ámbito de la medicina convencional, lo automatizada y despersonalizada que resulta la consulta y el sometimiento a presiones de horario y protocolos en que se desenvuelven los colegas. Es más, y lo digo con dolor, viven tratando de definir un diagnóstico de entidad anatomo-clínica para encuadrar a sus pacientes y sienten frustración cuando no aparece una etio-patogenia que la justifique.
En mi caso particular, y a raíz de una arritmia cardiaca el especialista ,sin preguntarme nada acerca de mi situación de vida o conflictos actuales, me envió a realizar una serie de estudios.
Como éstos no arrojaron ninguna causa orgánica asociada, sus palabras fueron: “es una lástima , pero no le encontramos nada, siga nomás..”.
Pude sentir en “carne propia” lo que la mayoría de las personas enfermas sufren dentro de un sistema “perverso”, donde los médicos son parte de esa maquinaria a la que quedan encadenados y reducidos .
Ante este estado de cosas, que se puede verificar en los sistemas de salud-”enfermedad”-, se torna indispensable una profunda reflexión acerca del ejercicio de la medicina.
Cómo salir de la rutina profesional, la tecnificación y la transacción comercial ?
Cómo recuperar la ética del cuidado, la paciencia, la comprensión, la palabra como valores inherentes al “arte de curar” ?
Cómo conectarse nuevamente con ése anhelo de ayudar, servir, acompañar a la humanidad sufriente ?
Cómo apelar a la compasión, la humildad, la escucha y generar en el paciente paz, confianza, alivio ?
La humanización del acto médico-paciente implica reconocer la vocación, el sentido de la profesión y el impacto y tarea social que a cada uno le compete. Poder ponerse en lugar del enfermo, y así devolverle el lugar que nunca dejó de tener pero que muchas veces dejó de sentir : el ser persona, cuidada y respetada como tal.
Es trascender lo meramente informativo, tendiendo un puente ciencia-consciencia, restableciendo una verdadera comunicación existencial de influencia recíproca, de asidua colaboración , de amistad y confianza.
Es habilitar una disposición interna donde la vibración de la propia Alma resuene al unísono con la ajena y permita una impresión directa que da a la razón los elementos representativos para comprender al enfermo.
Para ello resulta ineludible e impostergable que el médico se conozca a sí mismo, escrute su propia actitud interna y tome conciencia de los verdaderos motivos que han fraguado su profesión.
Todo lo que no se hace con amor, consideración y respeto por el semejante, es falso y anodino, aunque parezca revestido de loable afán científico.
“Amar es propender a que el otro sea quién deba ser y no quién yo quiero que sea”-A. de Saint Exupery.
“el arte médico, oficio de la más alta jerarquía espiritual, no consiste solo en proceder ajustándose meramente a las reglas, sino en trascenderlas, para comprometer la propia personalidad en el desarrollo del sentimiento de comunidad, que le permite comprender al prójimo y le confiere auténtico sentido humano a su misión.” T.Paschero -Homeopatía-
Y para finalizar quisiera adjuntar éstas frases de Hahnemann, que me tocaron hondamente la primera vez que las leí y que siguen resonando más vigentes que nunca, marcando el sentido, el compromiso, el privilegio y la responsabilidad de ejercer ésta preciosa tarea.
“solamente el hombre sin prejuicios, armado de un celo intrépido, puede llegar a ser apto para una vocación así, la más sagrada de entre todas, el verdadero arte de curar. El maestro de un arte así, ayudando a las criaturas del Todopoderoso a conservar la salud y la vida, confina casi con la divinidad, aproximándose así al Creador Supremo, cuya bendición, habiendo cumplido con su deber, hace mucho más feliz a su corazón.”
Dr. Salomón Rafael Szapiro