En la actualidad, el efecto del calentamiento global sobre todos los sistemas del planeta Tierra es motivo de gran preocupación. En los seres humanos, este fenómeno se ha asociado a la emergencia de nuevas enfermedades y a la reemergencia de algunas que parecían erradicadas. Es necesario que los laboratorios y centros de salud se preparen para enfrentar estas enfermedades infecciosas y refuercen sus medidas de Bioseguridad.
Los datos científicos más recientes confirman que el clima de la Tierra está cambiando en forma muy rápida: las temperaturas globales aumentaron casi 1 grado Fahrenheit en el último siglo y probablemente aumenten con mayor rapidez en las próximas décadas, a causa de la presencia de una capa contaminante de dióxido de carbono, cada vez más densa, que proviene principalmente de las plantas generadoras de energía y los automóviles, y atrapa el calor en la atmósfera. El cambio del patrón del clima genera una serie de fenómenos que producen efectos perjudiciales en la salud humana
Señales actuales de advertencia de cambios climáticos
En la mayor parte de los Estados Unidos la temperatura ha aumentado, en algunas áreas hasta 4 grados Fahrenheit.
Desde 1980 la Tierra ha registrado 19 de sus años más calurosos; 1998 fue el más cálido y los años 2002 y 2003 ocuparon el segundo y tercer lugar. Los últimos tres períodos de cinco años son los más cálidos registrados.
A fines de la década de 1990, muchos lugares de América del Norte registraron sus temporadas o días más cálidos.
Entre 1998 y 2002 las condiciones secas produjeron los peores fuegos arrasadores en 50 años, en los estados occidentales de los Estados Unidos.
Entre 1999 y 2002 se produjo una de las tres sequías más extensas de los últimos 40 años; entre abril y julio de 1999 ocurrió el período de cuatro meses más seco registrado en 105 años.
En 2002, Montana, Colorado y Kansas experimentaron intensas tormentas de polvo como resultado de las condiciones secas.
Durante el verano de 2002, intensas inundaciones causaron daños por cientos de millones de dólares en los estados de Texas, Montana y Dakota del Norte.
Según estudios realizados en 2005, el huracán Katrina fue el resultado de una tendencia a la generación de tormentas más intensas debido a la mayor temperatura del Océano Atlántico.
Las temperaturas más cálidas aumentan la energía del sistema climático y producen lluvias más intensas en algunas épocas y en ciertas áreas, lo que, unido al aumento en la evaporación en el verano, también aumenta la probabilidad de sequías.
Lo anterior trae como consecuencias olas de calor mortales, mayor propagación de enfermedades y agravamiento de los problemas locales de calidad del aire, que ya afligen a más de 80 millones de estadounidenses. Al cambiar las temperaturas, animales, insectos y plantas invaden el territorio habitado por otras especies y junto con ellos migran enfermedades que imponen un alto costo económico; por ejemplo, las garrapatas que transmiten la enfermedad de Lyme y la encefalitis viral se han difundido hacia el norte de Suecia y se encuentran en altitudes mayores en la República Checa; asimismo, el desplazamiento de los mosquitos hacia el norte ha desplazado también al paludismo, el dengue, la fiebre amarilla y el virus del Nilo occidental. Según un informe del Ministerio de Salud de Kenya del 24 de noviembre de 2006, en ese país hay 20 millones de personas con riesgo de paludismo debido al cambio climático. Finalmente, un cambio de temperatura de varios grados puede hacer que las zonas templadas se hagan más acogedoras para la malaria, mientras que las áreas tropicales se podrían volver menos hospitalarias para algunas enfermedades; por lo tanto, existe riesgo de que se introduzcan, o se vuelvan a introducir, enfermedades tropicales que ya estaban libres o en áreas nuevas, con efectos mucho más graves.
Los cambios climáticos y de hábitat hacen que las enfermedades emergentes y reemergentes se conviertan en un problema global, dado que las poblaciones urbanas están en continuo crecimiento, aumentando las oportunidades para la transmisión de estas enfermedades tanto de persona a persona como de animales a personas, en el caso de las enfermedades zoonóticas. Muchas veces los servicios de salud pública no están equipados para lidiar con ciertos brotes infecciosos, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calculado que el calentamiento global puede estar causando la muerte de hasta 150.000 personas al año.
Enfermedades emergentes y reemergentes
Se entiende por enfermedades emergentes a aquellas cuya incidencia se ha incrementado en las últimas dos décadas, o amenaza incrementarse en el futuro próximo. Para que ocurran deben estar presentes la introducción y la transmisión.
Se entiende por enfermedades reemergentes el resurgimiento de enfermedades que habían sido aparentemente erradicadas o cuya incidencia había disminuido; es decir, aquellas enfermedades infecciosas conocidas que, después de dejar de constituir un problema de salud pública, aparecen nuevamente, cobrando proporciones epidémicas.
Es fundamental prestar la máxima atención y prioridad posible, a nivel mundial, a la puesta en práctica de programas de Bioseguridad, ante la posible aparición de enfermedades emergentes y reemergentes producidas por el calentamiento global y los cambios climáticos.
La Asamblea Mundial de la Salud, en su sesión 58, del año 2005, consideró que:
La contención de agentes y toxinas microbiológicos en los laboratorios es fundamental para prevenir los brotes de enfermedades emergentes y reemergentes.
La labor de la OMS en la promoción de la Bioseguridad en el laboratorio es fundamental con el fin de gestionar el riesgo.
Varios estados miembros cuentan con sistemas de control y directrices eficaces en materia de prácticas de laboratorio.
Es posible que algunos estados miembros no dispongan de controles eficaces de Bioseguridad.
El enfoque integrado de Bioseguridad en el laboratorio, que incluya la contención de los agentes y toxinas microbiológicos, es fundamental para promover la salud pública mundial.
Dicha Asamblea dictó las siguientes recomendaciones a los países:
Que revisen la seguridad de sus laboratorios y los protocolos con que cuentan para la manipulación, en condiciones de seguridad de agentes y toxinas microbiológicos, de acuerdo con las orientaciones de la OMS en materia de Bioseguridad.
Que apliquen programas específicos, acordes con las orientaciones de la OMS en la materia, para promover las prácticas de Bioseguridad en el laboratorio para la manipulación y el transporte seguros, incluida la contención de los agentes y toxinas microbiológicos.
Que elaboren planes nacionales de preparación y reforzamiento del cumplimiento de las directrices de Bioseguridad por parte de los laboratorios, tanto a nivel de administración pública, universidades y centros de investigación como en el sector privado, especialmente los que manejan agentes y toxinas microbiológicos muy virulentos.
Que movilicen recursos humanos y financieros nacionales e internacionales para mejorar la Bioseguridad en los laboratorios, incluida la contención de los agentes y toxinas microbiológicos, con el fin de reducir al mínimo la posibilidad de que se produzcan infecciones adquiridas en el laboratorio y la propagación de ellas hacia la comunidad.
Que cooperen con otros Estados Miembros para facilitar el acceso a equipamiento de Bioseguridad en el laboratorio, incluidos los equipos de protección personal y dispositivos de contención, para prevenir y controlar las infecciones contraídas en el laboratorio.
Que alienten la elaboración de programas de capacitación en Bioseguridad y normas de competencia para los trabajadores de laboratorio, con el fin de aumentar el conocimiento de las cuestiones relativas a prácticas de laboratorio seguras.
“El cambio climático está perturbando los ecosistemas naturales, de manera que se propician las condiciones para las enfermedades infecciosas; por lo tanto, el problema del cambio climático no sólo implica un planeta más caliente, sino también, un mundo más enfermo”.